Y exclamó
(Sansón): “¡Muera yo junto con los filisteos! Después empujó con toda su
fuerza, y el edificio se desplomó sobre los príncipes y sobre toda la gente
allí reunida. ¡Los que el mató al morir fueron más numerosos que los que él
había matado en toda su vida! (Libro de Los Jueces 16:30)
Esta descripción bíblica aporta
la capacidad de asumir el propio sacrificio con tal de destruir, junto con uno
mismo, el mayor número posible de enemigos del colectivo que se está obligado a
defender, y para ello derribando el templo bajo cuyos techos todos se
encuentran.
En la sociedad española, en sus medios públicos de difusión y en sus
círculos privados de opinión, da la
sensación de estar extendiéndose una línea de expresión, que se puede calcar
sobre lo que quizás el Sansón bíblico sentía en su corazón, cuando decidió
empujar las columnas y derribar el
templo.
Existe un colectivo humano, los españoles, que se siente absolutamente
frustrado en la mayoría de los órdenes de su vida. Y esta frustración es la
simiente de todo el proceso, ya que no ven salida a la actual situación, por
muchas promesas que escuchen, sino más bien prevén un empeoramiento en el
futuro.
No creen ni en la capacidad ni en la honestidad de los dirigentes
políticos. Estiman que se han enriquecido desmesuradamente, en un marasmo de
corrupciones, sobornos, y cohechos, delinquiendo en la más absoluta impunidad,
unos haciendo y otros dejando hacer. No quieren escuchar palabras como
regeneración, cambio, ni modificación del hacer político, con la preocupación
de que esto se traduzca en un “borrón y cuenta nueva”, que permita eludir
responsabilidades.
No hay diferencia entre columnas y templo. El templo es todo ”nuestro régimen
democrático de convivencia”.
Las columnas que sostienen el templo podrían ser la constitución, la monarquía,
la justicia, los partidos políticos, los sindicatos, el sistema sanitario, el
sistema de enseñanza, el sistema de pensiones, el sistema de representación
electoral, la integración en la Comunidad Europea, la salida del Euro...
En los últimos meses hay colectivos que defienden varias teorías: “que
la constitución no es válida, que ha quedado obsoleta y debe ser sustituida”,
“que la monarquía es una cara antigualla, y debe ser cuestionada y eliminada”,
“que la nación española es un conglomerado, históricamente artificial, que debe
ser fragmentado”, “que los partidos políticos han de ser conducidos a la
asfixia económica, junto con los sindicatos, ya que tanto unos como otros se
han convertido en estructuras que defienden sus propios intereses y no los de
los ciudadanos que dicen representar”, “que las cámaras legislativas son un
gasto desmesurado y de dudosa eficacia, cuyos miembros gozan de privilegios
fiscales e inmunidades sin sentido y han de ser disueltas y reducidas”, “que la
justicia no es eficaz ni próxima al sentir de los ciudadanos, es lenta,
lentísima y sus sentencias y el cumplimiento de las mismas no cumplen ni poco
ni mucho con las expectativas de los ciudadanos, “que quienes nos representan
son corruptos, prevaricadores y cohechables”, “que se está destruyendo la
sanidad universal, la enseñanza para todos, la igualdad de oportunidades, la
posibilidad de ganarse la vida con un puesto de trabajo, y que los jubilados
corren el riesgo de perder sus pensiones”.
Pudiera llegar a ser que quienes abanderan las anteriores afirmaciones
consigan que el templo se derrumbe. Lo grave es que los ciudadanos, llamemos
normales, por no usar la estúpida y sin sentido acepción de “a pié”, ¿los demás
que son “de a caballo”?, nos encontramos bajo las cúpulas del templo. Es decir
los ciudadanos que se dedican a mantener y sacar adelante una familia, que
intentan convivir felizmente con su pareja, que desean un entorno de amigos con
quienes celebrar lo que se pueda celebrar, y soportar juntos cuando las cosas
vienen mal dadas, son los que por dura experiencia, saben que una vez se
derrumbe la estructura bajo la que convivimos, ellos la tendrán que
reconstruir, con su esfuerzo y su miseria.
Busquemos por tanto nuevos caminos para continuar la marcha, pero hagamos
un esfuerzo por defender “el Templo”.