Cuando los ciudadanos
no votaban, los dirigentes tenían una tremenda tendencia a conducir al pueblo hacia la transcendencia. Conceptos como
religión y patria se utilizaban constantemente, y símbolos como banderas,
himnos, cruces y santos, marchaban al frente de masas que no sabían hacia donde
iban. Marchaban tras los reyes, los caudillos, los dirigentes, ungidos por
ellos mismos, pero en nombre de lo transcendente.
Pero en un mundo de
cultura occidental, esos tiempos ya pasaron; quedan pequeños núcleos, con niveles
culturales inferiores, con ancestrales odios sin resolver y en general
cultivados por quienes los dirigen, y en base a ello se sigue con la retórica
política de hace más de cien años, sin asumir que los ciudadanos, hoy piden
otras cosas, ya hartos de transcendencias.
El ciudadano de hoy
quiere que a cambio de su voto, de ceder su cuota de derecho a decidir sobre su
vida, se le ofrezcan inmediateces
esenciales para poder vivir con calidad y en su libre albedrio, no
transcendencias, en definitiva “poder llegar a fin de mes”.
Quiere que se le
exponga como va a conseguir un puesto de trabajo, como va a obtener una
remuneración suficiente para poder llevar una vida de calidad, o cómo va a
poder ejercer su profesión libremente y
con un decoro remunerativo. El que se siente con alma de empresario querrá que
le cuenten como se generará un ámbito financiero y económico en el que las
empresas sean viables y un honesto medio de vida. Y también querrá escuchar
cómo se hará para que la seguridad ciudadana sea cierta y para que la Justicia
sea eso, justicia en tiempo y forma.
Y todo ciudadano
desea, que se le garantice que si él aporta su esfuerzo podrá disponer de una
vivienda suficiente, cómo va a ser atendido si caen en enfermedad él o los
suyos. Desea saber cómo se le garantiza una educación a sus hijos, según la
capacidad de los mismos pero suficiente para el día de mañana encontrar
trabajo. Y quiere tener garantizado que cuando llegue el momento en que se deba
retirar del mundo del trabajo, disponga de una pensión suficiente y no burlesca
que le lleve a la miseria.
Alucina el contemplar
que, aun hoy día, hay quienes piden el voto, alzando una bandera y gritando nuestra
patria. La patria es todo lo que los ciudadanos piden en trocitos, día a día,
cuando piden trabajo, vivienda, enseñanza, sanidad, seguridad y justicia. Y esto es lo que se
debe ofrecer a cambio del voto, explicarlo y en su día cumplirlo.
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