Pues simplemente porque están
embalados. La velocidad en un embalamiento no es instantánea, se adquiere y
acelera con el transcurso del tiempo, con la acumulación de éxitos repetidos
ante una misma actitud, sea esta legítima o ilegítima, hasta alcanzar velocidad
suficiente para que los mismos protagonistas ya no sean capaces de
autocontrolar la velocidad, se dejan llevar sin medir daños ajenos ni
perjuicios propios. Y una vez estrellados se une la sorpresa propia; ¿Cómo
hemos podido llegar aquí?, ¿Qué nos ha pasado?.
Pero en nuestra sociedad se están
produciendo más embalamientos; que contemplamos crecer y aumentar en velocidad,
esperando que se produzca la correspondiente catástrofe. También gran parte del
caos económico y financiero que sufrimos se debe a una actitud, que podemos
calificar como similar, por parte de entidades financieras que iniciando una
marcha en la financiación sin garantía de nuevas viviendas y actividades
empresariales, poco a poco pero sin pausa se fueron embalando hasta que la
actividad se les fue de la manos.
Y que decir de la corrupción que nos
va invadiendo. Indudablemente se empieza con cien y no pasa nada, pero la
siguiente operación, ya sea comisión, participación, regalo, fraude, cohecho o
prevaricación, es mil, luego cien mil, luego un millón y rápidamente, y ya
embalados, alcanzamos las decenas de millones y en estos casos, al conocerse, también
nos llevamos las manos a la cabeza. ¿Cómo ha podido ocurrir esto?
Pues todos tenemos parte en la
culpa. El Gobierno desde luego, pues para eso le elegimos y le pagamos. Y sobre
todo los ciudadanos, somos una sociedad tolerante hasta el suicido social,
admitimos en nuestra mesa, aceptamos invitaciones y a veces les sonreímos y
hasta hablamos con admiración de ciudadanos que nos consta que abusan de situaciones
laborales de privilegio inmerecido. Que siendo conscientes que su situación
social se debe al soborno, al cohecho a la prevaricación, les damos lugar en
medios televisivos que vemos, en revistas que leemos y se le acepta en fiestas
sociales a las que asistimos.
Menos quejarnos, menos sorprendernos
y valorar mejor lo que debemos valorar y rechazar con energía lo que hay
rechazar, y desde el principio, cuando todavía camina titubeante, pues se
acelerará más y más, hasta embalarse.
Elisa Martínez de Miguel
Diciembre 2011
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