martes, 25 de septiembre de 2012

Justicia, Solidaridad o Beneficencia

De nuevo la discusión sobre la financiación de las Pensiones. Según mi opinión es de absoluta prioridad dar una nueva solución al problema de las jubilaciones y  régimen de pensiones en nuestro país.

La financiación del sistema de pensiones no puede seguir siendo una consecuencia de aportaciones pretéritas coactivamente determinadas y exigidas por la Administración.  Su financiación ha de proceder, en su totalidad, de los Presupuestos Generales del Estado y de las Autonomías y ha de constar, en ellos, como primera partida del Gasto Publico anual.

Ahondemos en la razón ética y solidaria del porqué de las pensiones.

Quienes durante años han trabajado, para mantener a las generaciones actuales y en proceso de  maduración, y que mediante su esfuerzo y privaciones han conseguido nuevos niveles de riqueza, mejores niveles de vida, son acreedores preferentes para que en el momento de ser sustituidos en sus lugares de trabajo continúen siendo mantenidos con la riqueza que se siga produciendo y en unos niveles que les permitan sobrevivir dignamente.

Y son acreedores preferentes, tan sólo porque trabajaron, porque en su día aportaron riqueza, porque su trabajo y el fruto de su esfuerzo permanecen para el disfrute de quienes les continúan. No en función de que ahorraron o dejaron de ahorrar. Quizás lo que queremos hubiesen ahorrado lo gastaron en quienes ahora los miran como una carga.

En resumen en un tema de solidaridad social, en cuanto no se puede permitir que quienes han perdido la capacidad de generar recursos para sobrevivir, por enfermedad o ancianidad, perezcan en  la indigencia. Lo cierto es, que duramente se sobrevive con la mayoría de las pensiones y, que el descenso en el nivel de vida de los perceptores, en el momento de pasar a la situación de pensionista, es general y muy notable.

La atención del pago de las pensiones en función de la cuantía aportada en su día por los actuales perceptores es imposible de mantener. Los procesos inflacionistas se llevarán por delante cualquier tipo de situación que, en un principio,  se estimase equilibrada. La Administración, por la propia naturaleza de su función, carece de posibilidad de gestionar fondos que recuperen la pérdida de poder adquisitivo.

Los periodos de cobro de pensiones se van a alargar permanentemente durante los próximos años, las mejores condiciones de vida permitirán a las actuales generaciones con edades en el entorno de los treinta años cumplir con facilidad los noventa años de edad media.

La edad de jubilación, es decir la edad en que habrán de retirarse los trabajadores, en un plazo inmediato, se tendrá que adelantar y no retrasar como artificiosamente se está defendiendo.

La masiva medida de acudir a las jubilaciones anticipadas en los últimos años demuestra que la realidad de las empresas no es mantener trabajadores a partir de determinada edad sino sustituirlos por trabajadores más jóvenes.

El actual sistema de pensiones no es viable por muchos cálculos y números que se hagan. Falla en su principio. La financiación y cuantificación individual no puede depender de la capacidad de ahorro personal.

Y una última reflexión:

En una nación donde rondamos el 26% de paro y en la que el que el paro juvenil se estima supera el 50%. ¿Es coherente alargar la edad de jubilación?. Parece mucho más lógico anticipar la edad a la que las generaciones mayores van dejando lugares libres a las nuevas generaciones y no al contrario. 

Elisa Martínez de Miguel
Septiembre 2012

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