Diciembre 2010
Lo leí, no recuerdo donde ni cuando;
era un cuento: El padre en la puerta despide al abuelo, corta una manta en dos
y dándole la mitad; - “Tiene que irse de casa abuelo, tome esta media manta y
que Dios le ayude”. Al volver a entrar, ve que su hijo con sumo cuidado dobla
la otra media manta.- ¿Qué haces?.- “Guardo esta media manta para cuando yo te
eche a ti de casa”. Leyendo y escuchando algunas opiniones sobre nuestro
régimen de pensiones, me vino el cuento a la memoria. ¡No se por qué!.
Las pensiones que hoy día se pagan
en España, son pensiones de miseria y en muchos casos de hambre. Y lo sabemos
todos y todos lo consentimos. Al parecer es un sólido argumento el afirmar que
“El Fondo de Pensiones” no permite más.
No es legítimo cuantificar pensiones
en función de la capacidad de ahorro que las generaciones que se jubilan han
tenido, cuando se las ha venido exigiendo gasto e inversión desmesurada en
función de sus ingresos, por el bien de las generaciones posteriores. No han
podido ahorrar más, no han podido acumular más para su vejez, ya sea mediante
aportaciones voluntarias ya sea mediante detracciones forzosas de la Seguridad social, porque
han gastado e invertido en nosotros, los que disfrutamos de nuevos niveles de
vida ni soñados hace cincuenta años.
Han invertido y gastado en los actuales
sistemas de transporte y comunicación, en sistemas de sanidad universal, en
sistemas de enseñanza generalizada a todos los niveles, en la creación de un
parque inmobiliario que permite tener una segunda vivienda a más de dos
millones de ciudadanos, etc. Son las generaciones que tuvieron que emigrar y
nos permiten tener ahora, realizando las labores que nosotros rechazamos, a
millones de emigrantes. Y les hemos dicho: “Ha llegado el momento de que
salgáis de casa, ahí tenéis media manta y que Dios os ayude”. La otra media,
estar seguros, está guardada para nosotros.
El pago de pensiones ha de ser la
primera rúbrica de los Presupuestos del Estado y su cuantificación una decisión
política en función del nivel que nuestra economía vaya alcanzando y su pago
atendido con los ingresos de toda naturaleza que el Estado obtiene sin acudir a
la tremenda falacia de cuanto hay que ahorrar para poder atenderlas, ni de la
administración de unos fondos que, visto lo visto, tendrán siempre un
rendimiento mínimo y una desvalorización permanente.
Desaparecidos los cálculos
necesarios para fijar la cuantía de las pensiones, en función de recaudación de
la Seguridad Social ,
de reservas acumuladas, de evolución de la pirámide de edad, de número de
trabajadores en activo que se prevé y no se cuantos variables más, los
gobiernos de uno u otro signo se enfrentarán anualmente a una decisión política
en competencia con las otras que deciden anualmente la estructura y evolución
de la economía del Estado.
Y en esta decisión estará presente
una mayor sensibilidad, una mayor equidad y una mayor justicia que en los fríos
informes que hoy las justifican, por muy bien hechos que estén. La premisa
inicial es falsa.
Elisa Martínez de Miguel
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