La política para
algunos es un estado de necesidad, no una pasión o una vocación. Hablamos de la
situación, cuasi profesional, que para muchas personas, en el mundo concreto de
la política española, es su única posibilidad de mantener una situación
económica en el nivel que ellos estiman o desean disfrutar.
Aquella persona que siente peligrar en forma
cierta su actual status económico y por tanto social, sin forma clara de
sustituir sus actuales ingresos, se convierte en una persona peligrosa. Es
persona proclive a la corrupción en cualquiera de sus múltiples formas,
prevaricación, cohecho o tráfico de influencias.
Sin embargo,
ciudadanos que se han incorporado a la política desde sus puestos de
empresarios, de profesionales, de docentes, o de trabajadores en cualquiera de
las posibles actividades existentes, y que mantienen durante un cierto número
de años su capacidad de volver a la actividad, que han abandonado durante su
tránsito por puestos políticos, marcharán o verán el término de la actividad
política sin el excesivo temor ni angustia que pueda trastocar su sistema de
valores inicial.
Dado que es
imposible una selección previa de candidatos a los innumerables puestos que
suponen el vivir de la “cosa pública”, nuestra Constitución no lo permitiría,
es preciso encontrar otro camino que no sea el de una constante amenaza de
aplicar a conductas incorrectas normativas penales, que como se viene
demostrando son notoriamente ineficaces.
Creemos que la
única vía actualmente posible, es la limitación de permanencia en cargos
políticos a un número de años no excesivo, ocho años parece un buen límite. Permite
que quien tenía una actividad anterior no pierda actualidad en conocimientos
necesarios para recuperar el ejercicio de la misma, y minora la expectativa de
poder forzar la capacidad de influencias y conocimientos que el cargo,
nombramiento o designación pueda proporcionar.
Tengamos en
cuenta que cuando la sustitución de quienes encabezan los organismos políticos
se produce, una especie de “tsunami” recorre el organismo de arriba abajo, cambian
asesores, directores y gerentes de organismos de toda clase, e incluso los denominados despachos de
influencias se cierran y abren. Ello produce una corriente de aire saludable y
de purificación del ambiente, que lo más probable es que con un cierto ritmo se
vuelva a estropear, pero ocho años son pocos para que se pudra del todo y sólo
de eso se trata.
Se me olvidaba: Los
capítulos de subvenciones de todo el ámbito estatal, autonómico y municipal
sufrirían una depuración inicial totalmente benéfica, que evidentemente terminará degenerando, pero repetimos ocho
años pueden aguantarse y la expectativa de la próxima llegada del término del
mandato aleja la esperanza de impunidad.
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