No era fácil encontrar quienes
desautorizan a los asambleistas contestatarios, en su gran lema, “Esta política
no, otra política”. Los carteles, con pronunciamientos ocasionales contra todo
lo divino y humano no hacen al caso y no es honesto agarrarse a ellos para
descalificar la simiente de algo que es absolutamente necesario.
Si pretendemos que nuestro país sea
un lugar en el que la mayoría de sus
actuales ciudadanos y quienes hayan de sucedernos puedan desarrollar en él sus honestos proyectos de vida, hay que
revisar una serie de parámetros que vienen rigiendo nuestra vida política y que
ya son permanentemente cuestionados.
Aunque con posibilidad de error u
omisión, repasemos algunos de los gritos, en papel, de los autodenominados
“Indignados”: “Democracia Real Ya”, “No somos mercancía de políticos ni de
banqueros”, “Esta crisis no la pagamos”, “Esto no es una crisis esto es una
estafa”, “Sin casa, sin curro, sin pensión y sin miedo”, “Corruptos del mundo venid,
delitos veréis prescribir”.
Es absolutamente necesaria una Ley
electoral distinta. El ciudadano ha de sentir que aquel a quien vota es un ser
próximo, no una línea en un papelito que ni lee. No puede ser que en una ciudad
un diputado represente a decenas de miles de ciudadanos y en otra los miles
sean por unidades. No puede ser que un partido con la mitad de votos tenga el
doble de diputados. No puede ser.
Por desgracia lo que se suele
entender como estructura básica del poder en un estado: el poder legislativo,
el ejecutivo y el judicial, en España, son mirados de reojo por los ciudadanos,
con desconfianza y ello ha de cambiar o el Estado se descompondrá por
inasistencia de los ciudadanos.
Hablemos de la corrupción que se
denuncia: Quien duda que la corrupción se ha extendido por toda la piel de
España y que afecta a la clase política en sus múltiples niveles. Quien duda
que el uso y abuso de los cargos públicos, en gastos varios, es un verdadero
escándalo que se trata de minimizar. Quien
ignora que la colocación de parientes y amigos en puestos innecesarios, o
incluso necesarios, financiados por el dinero de todos es el principal quehacer
diario de muchos de nuestros políticos.
Seguramente el actual
movimiento,”Democracia Real, Ya”, se difuminará temporalmente, pero no tengamos
la menor duda que antes de las próximas elecciones generales reaparecerá y
probablemente con más ira y violencia.
Sólo un radical programa de cambios
estructurales, que sean creíbles y anunciados por quienes hayan sido capaces de
ganar suficiente credibilidad, puede impedir que de salto en salto lleguemos en
la ira ciudadana a situaciones de muy difícil control y que afectarán
radicalmente al cómo entender la forma de gobernar que hoy disfrutamos.
Elisa Martínez de Miguel
Mayo 2011
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