Publicado en "Negocio"
Octubre 2010
Durante años,
muchos años, la inflación, mediante su más claro pregonero el índice de precios
al consumo, nos trajo toda clase de males, desde los más duros planes económicos
hasta cambios radicales de gobierno, y desde luego suponía un empobrecimiento
de pensionistas, rentistas y asalariados y una desaparición de ahorros de las
clases medias. Inflación y necesidad de una vida más austera o peor era lo
mismo.
Últimamente, y
como novedad para los no iniciados, apareció la deflación, es decir lo
contrario de la inflación, pero por desgracia ella no nos aporta ninguna clase
de bienes sino más males. Deflación significa que los ciudadanos no consumen,
que las empresas se ven obligadas a vender en pérdidas o prácticamente sin
margen y como consecuencia cierre de empresas e incremento del paro hasta tasas
muy preocupantes.
Pero no hay mal
que cien años dure, perdón en economía si los hay, y resulta que ha vuelto la
inflación y el positivismo de algunos políticos también ha vuelto, afirmando
que ya no hay deflación y que los precios suben.
Lo que no hay es
vergüenza. Los precios suben, no porque se recupere el consumo, que es lo que
hace falta, sino porque los costes están al alza y determinadas empresas que actúan
en régimen de monopolio u oligopolio o como se quiera llamar, es decir que
hacen lo que les da la gana con sus precios, gozan de la capacidad de
repercutir sus incrementos de costes sobre sus precios.
Pero todos tranquilos,
los precios van a seguir subiendo y la inflación volverá cual oscuras
golondrinas. Los tiempos Neoyorquinos de déme dos que pago en euros se han
terminado. El petróleo sube y con ello prácticamente el coste de casi todo, en
mayor o menor proporción. En realidad vivimos en un mundo de energía
trasformada y si la fuente más común de energía sube, todo sube. No sólo sube
el petróleo sino también todo aquello que importamos que es mucho. El que las
empresas puedan exportar más tampoco mejora directamente los precios
interiores.
Es muy probable
que el repunte último de la inflación no quiera decir que el consumo aumenta,
que las empresas mejoren sus márgenes, que se incremente el número de puestos
de trabajo, sino que consumimos lo mismo sólo que un poco más caro y esto no es
para sonreír de oreja a oreja.
Elisa Martínez de Miguel
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