La ley electoral. El sentir de la mayoría de los
ciudadanos sobre el actual sistema electoral es desalentador y obliga a elegir
una gran mayoría de diputados, senadores y concejales, absolutamente
desconocidos, y que responden a ese desconocimiento de sus votantes con una
clara falta de compromiso e incluso en cumplir con sus más elementales
obligaciones de presencia e intervención en debates y votaciones.
Las Autonomías: Es evidente que el actual funcionamiento del
sistema autonómico es una catástrofe económica e incluso una rémora para la
convivencia social. No decimos que sea una catástrofe la concepción del sistema
autonómico sino la realidad en como el mismo se ha plasmado.
La Justicia: Con el actual sistema de selección, elección
y promoción de los miembros del actual poder judicial difícilmente puede
mantenerse la independencia como característica del mismo.
Y por último, otro tema estrella, la energía: Cualquier
planificación del suministro energético de esta nación, como de cualquier otra,
requiere para su realización y puesta en funcionamiento un periodo que supera
con creces los periodos electorales y que con probabilidad ha de ser recogida
por gobiernos de distintos partidos que se sucedan en el poder. No hay plan
energético viable que dependa de la puesta en humor del gobierno de turno. Tampoco
en esta área parece posible un pacto. La impregnación ideológica de las
distintas posturas ante el problema de que España es un país gravemente
deficitario en energía y brutalmente dependiente de terceros pasa a segundo
término.
Se podría pactar sobre muchos otros temas. No quisiéramos
que el único pacto al que se llegase fuese: Tu no levantas las alfombras para
ver que hay escondido debajo y yo no lo haré en su momento. Tú no tiras de la
manta y yo tampoco tiro. Es decir un gigantesco pacto sobre la tolerancia a la corrupción,
que tienen, actualmente, a los estamentos políticos totalmente cuestionados, y
que se base en: “hoy por ti mañana por mí.”
La única posibilidad que vemos, para salir del circulo absolutamente
vicioso en el que nos encontramos, es que centros de pensamiento civil e independientes,
generen, expongan y defiendan las líneas estratégicas de por donde la nación
debe ser conducida, y que consigan penetrar, con sus propuestas, y con la decidida
colaboración de “los medios”, en el sentir ciudadano y que estos, los
ciudadanos, olvidándose de ideologías políticas al uso, exijan a cada candidato
compromisos claros antes de votarles, y exijan cumplimientos estrictos de las
promesas electorales que en su día se les hayan hecho. Cambiemos nuestro voto
sin pudor cuando nos sintamos defraudados o engañados. Y de momento que no nos mareen más con la
necesidad de un gran pacto, que actualmente sólo es posible en un mundo virtual
que todo lo aguanta.
Elisa Martínez de Miguel
Enero 2012
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