Publicado en "Negocio"
Junio 2010
Parece ser un
criterio, que comienza a tener fuerza en el ámbito europeo, implantar, con carácter constitucional, la
norma de prohibir en los presupuestos nacionales la existencia de déficit. Es
decir los presupuestos que se remitan y aprueben por los parlamentos habrán de
mostrar un absoluto equilibrio entre gastos e ingresos públicos. No queda
prohibido presentar superávit.
Si el criterio
expuesto llegase a tener que implantarse obligatoriamente en España tendríamos
un problema casi de supervivencia. En términos globales el gasto público se
forma por dos grandes agrupaciones: Gastos corrientes e Inversiones y una de
las dos deberá sufrir las consecuencias de la implantación del déficit cero.
En el origen de
gran parte del incremento de los gastos corrientes está el desmesurado
crecimiento de los servicios administrativos del Sector Público, y el déficit
que ello ha producido es actualmente insostenible por carencia de capacidad de
financiación.
Una consecuencia
inmediata del crecimiento de la Administración pública, es el feroz atractivo que
se genera en las nuevas generaciones de profesionales que se van incorporando
al mundo del trabajo. La seguridad que da el ser funcionario de cualquiera de
las administraciones del Estado, hace que se genere una demanda creciente y
primordial de puestos de trabajo en este sector y se aleje a la nueva y renovadora fuerza laboral de asumir el riesgo
que representa el ejercicio libre de las profesiones o de la creación de
empresas. Y esto es una tragedia de presente y de futuro.
Se nos puede
decir que el equilibrio también se consigue si a mas gastos más ingresos. Por
tanto más impuestos o más endeudamiento. Pero no podemos endeudarnos más porque
quienes nos han de prestar, no se fían que podamos, en su día, devolver lo que
hoy se nos preste. Actualmente no se prevé que el Sector público tenga en el
futuro capacidad de ahorro para pagar sus deudas.
Si vamos a un
banco y pedimos un crédito, lo que le importa al banquero, no es si pedimos
mucho o poco, si ya tenemos otras deudas o no, lo que le preocupa es si
nuestras rentas futuras y nuestra capacidad de ahorro son suficientes para
devolver lo que pedimos.
Y es notorio que
un Estado que en los presupuestos de sus diversas administraciones muestra un déficit estructural en el entorno
del 20% y no tiene claro como lo va a reducir, no es de fiar en cuanto a su
capacidad de devolver.
En conclusión o
reducimos Gastos corrientes o reducimos Inversiones, a elegir.
Elisa Martínez de Miguel
No hay comentarios:
Publicar un comentario