Abril 2010
He
realizado una pequeña encuesta en mi entorno. La pregunta de la encuesta era
fácil: ¿Me podrías dar el nombre de algunos diputados y senadores de tu
provincia? Casi todos acertaron entre uno y ninguno. Todos ellos habían votado.
¿Cómo se
puede afirmar que nuestras votaciones tienen carácter democrático, cuando no
tenemos ni idea de a quienes hemos votado para que nos representen en las
cámaras, para que hablen y decidan por nosotros?
Lo cierto
es que, la estructura política de nuestro sistema electoral no es democrática. En
la actualidad, se trata de elegir entre
dos o más listas cerradas y bloqueadas, lideradas por un candidato que promete
que va acompañado de un equipo profesional, competente, trabajador, honesto,
pero eso sí, inamovible, compuesto por personas prácticamente desconocidas para
los votantes y que una vez elegidas ¡Sorpresa!, ¡Sorpresa!.
¿Por qué
se tiene tanta precaución a las Listas Abiertas?
En listas
cerradas, los elegidos se deben a quien los incluyó en las mismas, y el servilismo
hacia los hacedores de listas es absoluto. “El que se mueve no sale en la
foto”. En las listas abiertas el elegido debe su elección a los votantes y ante
ellos ha de responder de sus actuaciones en representación de los mismos y si
no a la próxima no se le vota. No quiero votar a una lista de representantes
confeccionada por un partido, quiero elegir a los propios representantes, a los
que yo considere de mayor valía, a los más capacitados y con mayor experiencia,
con independencia del partido al que pertenezcan.
Cada vez
está más claro que en política debería primar, la calidad humana y profesional
del elegido sobre las ideologías, que hoy en día, evitando los extremos, son
muy intercambiables. En el actual sistema de listas cerradas, la subordinación
del mérito y valores de cada candidato a su filiación de partido, impide en
muchos casos conocer la verdadera naturaleza de aquel a quien hemos votado, y lo
que es mas grave, produce en muchos casos una selección adversa, dejando fuera
de la política a extraordinarios profesionales que no están dispuestos a entrar
en ese juego.
Votando
personas y no partidos aumentaría el control del ciudadano sobre los políticos,
los ciudadanos saben cuando las cosas funcionan bien o mal y votan en
consecuencia, se votará en función de méritos y se eliminará de la política a
individuos indeseables que han entrado en ella, no con el fin de prestar un
servicio público sino con afán de poder o enriquecimiento personal.
Es cierto
que no basta con listas abiertas, es preciso circunscripciones geográficas que
permitan conocer a quien elegimos y que hacen falta limitaciones en los
procesos de reelección que eviten los vividores “in eternum” de la política, que
dan muy mal resultado, pero un primer paso serían las listas abiertas. Elegir
entre varias listas cerradas y bloqueadas, no es democracia.
Elisa Martínez de Miguel
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