lunes, 17 de septiembre de 2012

Listas Abiertas

Publicado en "El Negocio"
Abril 2010

He realizado una pequeña encuesta en mi entorno. La pregunta de la encuesta era fácil: ¿Me podrías dar el nombre de algunos diputados y senadores de tu provincia? Casi todos acertaron entre uno y ninguno. Todos ellos habían votado.

¿Cómo se puede afirmar que nuestras votaciones tienen carácter democrático, cuando no tenemos ni idea de a quienes hemos votado para que nos representen en las cámaras, para que hablen y decidan por nosotros?

Lo cierto es que, la estructura política de nuestro sistema electoral no es democrática. En la  actualidad, se trata de elegir entre dos o más listas cerradas y bloqueadas, lideradas por un candidato que promete que va acompañado de un equipo profesional, competente, trabajador, honesto, pero eso sí, inamovible, compuesto por personas prácticamente desconocidas para los votantes y que una vez elegidas ¡Sorpresa!, ¡Sorpresa!.

¿Por qué se tiene tanta precaución a las Listas Abiertas?

En listas cerradas, los elegidos se deben a quien los incluyó en las mismas, y el servilismo hacia los hacedores de listas es absoluto. “El que se mueve no sale en la foto”. En las listas abiertas el elegido debe su elección a los votantes y ante ellos ha de responder de sus actuaciones en representación de los mismos y si no a la próxima no se le vota. No quiero votar a una lista de representantes confeccionada por un partido, quiero elegir a los propios representantes, a los que yo considere de mayor valía, a los más capacitados y con mayor experiencia, con independencia del partido al que pertenezcan.

Cada vez está más claro que en política debería primar, la calidad humana y profesional del elegido sobre las ideologías, que hoy en día, evitando los extremos, son muy intercambiables. En el actual sistema de listas cerradas, la subordinación del mérito y valores de cada candidato a su filiación de partido, impide en muchos casos conocer la verdadera naturaleza de aquel a quien hemos votado, y lo que es mas grave, produce en muchos casos una selección adversa, dejando fuera de la política a extraordinarios profesionales que no están dispuestos a entrar en ese juego.

Votando personas y no partidos aumentaría el control del ciudadano sobre los políticos, los ciudadanos saben cuando las cosas funcionan bien o mal y votan en consecuencia, se votará en función de méritos y se eliminará de la política a individuos indeseables que han entrado en ella, no con el fin de prestar un servicio público sino con afán de poder o enriquecimiento personal.

Es cierto que no basta con listas abiertas, es preciso circunscripciones geográficas que permitan conocer a quien elegimos y que hacen falta limitaciones en los procesos de reelección que eviten los vividores “in eternum” de la política, que dan muy mal resultado, pero un primer paso serían las listas abiertas. Elegir entre varias listas cerradas y bloqueadas, no es democracia.

Elisa Martínez de Miguel

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