Publicado en "Cinco Dias"
Marzo 2010
Si levantamos la vista de lo que estamos leyendo, prácticamente nada, de lo que hoy es de nuestro uso corriente, existiría sin la energía industrial. Todo se mueve por energía y todo se produce mediante energía.
Si levantamos la vista de lo que estamos leyendo, prácticamente nada, de lo que hoy es de nuestro uso corriente, existiría sin la energía industrial. Todo se mueve por energía y todo se produce mediante energía.
El consumo total
de energía de una nación es uno de los principales índices para establecer su
lugar en el ranking mundial de riqueza o potencia económica. El consumo de
energía “per capita” determina claramente, hoy día, el nivel o calidad de vida de los componentes
de un país.
La energía se
produce, o se compra y se vende, en términos de mercados internacionales se
importa o exporta. La necesidad de importar supone una grave dependencia de
terceros, tanto a la hora de negociar los componentes de nuestras balanzas
comerciales, como en cuanto a poner sobre la mesa nuestro valor estratégico.
España
actualmente importa grandes cantidades de energía, sin cuyas importaciones
nuestro nivel de vida y nuestra capacidad productiva se resentirían gravemente.
Importamos gas de Rusia y Argelia principalmente, energía eléctrica de Francia e indirectamente
de otros países comunitarios. Para la producción autónoma dependemos de
importaciones de petróleo y de importaciones de carbón y, tan sólo de un modo
muy limitado y totalmente insuficiente, de la energía hidráulica y de las,
actualmente denominadas, energías alternativas.
La energía de
origen nuclear, es un porcentaje muy importante de la energía eléctrica de los
países desarrollados y en breve plazo lo será de los países en vías de
desarrollo. De los cientos de centrales nucleares repartidas por el mundo y en
las decenas de años que llevan funcionando sólo hay un caso de desastre nuclear.
Si el plan
inicial de centrales nucleares español no se hubiese abortado, por razones
fundamentalmente ideológicas que no técnicas o económicas, en el momento actual
nuestra crisis económica seria otra, pues nuestros costes de producción serian
otros y nuestra autonomía energética absolutamente diferente.
Siempre será con
retraso, pero ya que vamos a dejar a las próximas generaciones unas
obligaciones financieras duramente onerosas, teniendo que hacer frente al
actual deterioro de nuestras cuentas públicas y con una infraestructura
productiva muy deteriorada y obsoleta, al menos debiéramos intentar dejar una capacidad
de producir energía con suficiente autonomía para consumir e incluso exportar.
El riesgo nuclear,
en la medida que existe y no en la cuantía que es pura demagogia, ya nos rodea
por todas partes. Los efectos de cualquier accidente en una central nuclear de
los países que nos rodean, productores de energía eléctrica que nos exportan,
recorrería la península de lado a lado.
Ya vamos con retraso,
pero la carencia de un honesto debate sobre la energía nuclear es un verdadero delito
político que a todos atañe.
Elisa Martínez de Miguel
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