martes, 18 de septiembre de 2012

Responsables, las Personas, no las Instituciones

Publicado en "Negocio"
Julio 2010

La actual crisis económica está transmitiendo un elevado nivel de fatalismo; un mensaje de resignación ante los acontecimientos de los que nadie parece responsable. Al ciudadano no le queda sino soportar el repetido discurso de que no hay personas responsables y a nadie puede exigirse responsabilidad sobre lo sucedido ni sobre lo que sucede.

En definitiva ¿quienes son los autores del actual desaguisado económico, de las equivocadas decisiones y las permisivas actuaciones que nos han conducido a la actual catástrofe económica? Por lo visto, entidades sin cara y sin cuerpo, que no vemos ni conocemos, entidades e insituciones inaccesibles y lejanas.

Se nos presentan como responsables las autonomías, las diputaciones, los ayuntamientos, el sector público, la banca, el sector financiero, el sector energético y otras instituciones con denominaciones varias, pero tan inaccesibles a la exigencia de responsabilidad como si achacásemos nuestros males a “la providencia”, a “la fatalidad”, o a “los ciclos económicos”.

Lo cierto es que a la situación actual generada por un gasto público y privado de locos, por la concesión de créditos sin respaldo alguno que garantizase su devolución, y por unos déficit insostenibles, nos han conducido personas que, con las denominaciones de presidentes, consejeros, directores generales, alcaldes o diputados, tienen nombre y apellido, que cobran por gestionar y dirigir, que disponen de patrimonios propios generados en los cargos que han venido ostentando y aun mantienen.

Quienes asumen una responsabilidad de dirección y de gestión, son los responsables del éxito y del fracaso de la misma y por ello cobran y ostentan privilegios. El éxito o el fracaso pueden depender de su competencia, de su esfuerzo, de su honestidad y en muchos casos de circunstancias no controlables y sobrevenidas que aglomeramos bajo la denominación de suerte o fortuna.

Pero la responsabilidad siempre es de personas con nombres y apellidos, con cara y ojos, que nos ven y a quienes miramos, que nos oyen y a quienes escuchamos. Y a quienes premiamos en el éxito y a quienes debemos sancionar en el fracaso. Una ley básica de equilibrio social exige que frente a los repartos de beneficios, dietas de consejero, coches oficiales, pensiones suntuosas y demás prebendas, en el otro lado de la balanza deben existir ceses, destituciones, inhabilitaciones y en su caso procedimientos penales.

Es hora de que dejemos de utilizar las denominaciones institucionales como tela traslúcida, que oculta a las personas que las han dirigido. Son estas personas las responsables y a quienes hemos de exigir responsabilidad. “De los escarmentados nacen los avisados”. Si no escarmentamos a los actuales responsables, que los hay, y los dejamos difuminarse en la absoluta impunidad, como se está haciendo; “Otros vendrán que buenas las harán”.

Elisa Martínez de Miguel

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